lunes, 4 de noviembre de 2013

 Espiritualizando la Sexualidad


 La vida sexual en la pareja debe buscar su mejor acoplamiento a medida que pasa el tiempo. Cuando ésta funciona bien en general, también lo hace en esta parcela, en lo particular. La sexualidad del hombre es bastante más que sexo. Vehículo privado de acercamiento y comprensión, de goce compartido y de donación total. La visión de ella como un simple juguete para divertirse empobrece su sello. Es indudable que tiene en el orgasmo el placer del cuerpo en sus niveles más altos. Pero no debe quedarse ahí. ¿Por qué? Porque la sexualidad no es un objeto. Hay que tener una visión de la sexualidad en el conjunto de la persona. La maduración consiste precisamente en eso: llevarla a que se incruste en la persona global.

Cuando nos quedamos en el campo exclusivamente biológico, al no ser capaces de totalizar, éste no refleja las ricas y múltiples implicaciones e interdependencias que tiene. Es el arte de ensamblar. La mirada inteligente puesta sobre esta parcela. Reducir la sexualidad a bien de consumo parece penoso[4]. También esto cuenta para la continuidad matrimonial. La sexualidad inteligente es aquella en que, junto a la ternura, se mezclan la complicidad, el misterio, la delicadeza, la pasión y compartir todas las realidades que se tienen y se anuncian. Fórmula para el éxito en el buen entendimiento sexual. Certera combinación mezcla con arte y talento, en todo se ordena a la comunicación profunda y a la alegría del otro y a la propia.

Es un grave error de percepción hacer del placer sexual el mayor bien posible de la vida conyugal. Y también, lo contrario: minimizarlo, reducirlo al mínimo, posponerlo y dejarlo para momentos estelares es no haber comprendido cuáles son sus claves y resortes principales. Ni idolatría y utilitarismo por un lado, ni tampoco la otra cara de la moneda: espiritualismo decadente, limitando esta parcela de la geografía personal. Cuando esto no se entiende bien y se vive aun peor, el amor se convierte en una fusión de egoísmo unas veces y otras, en una concentración de ignorancias. Ni lo uno ni lo otro.

Se trata de ir consiguiendo un amor sexual y espiritual a la vez. Espiritualizar la sexualidad conyugal. Igual que la razón ofrece argumentos a la afectividad para hacerla a ésta más madura, hay que impregnar de idealismos y dulzuras y elevación el plano sexual. Se mantiene con frescura y lozanía siempre que un romanticismo lo envuelve. La persona es tratada no como objeto de placer, sino como objeto de amor. No servirse de ella como algo que se usa. Debe emerger siempre el valor de la otra persona como superior al valor del placer. Frente al principio de utilidad, la norma personalista. La sexualidad puede parecer fácilmente un bien, sólo por la fuerza del deseo. Pero en la sexualidad madura e inteligente este plano queda ampliamente rebasado. Quiero tu bien antes que el mío. Se unen así y se superponen dimensiones distintas, pero no excluyentes. Max Scheler y Pascal hablaron de logique du coeur. Por eso, ese amor que se esfuerza por mejorarse a sí mismo, perfecciona y conduce a superarse a sí mismo dando salida a valores típicamente humanos: generosidad, donación, confidencia, capacidad para hacer la vida agradable al otro evitando el egoísmo y el pensar demasiado en uno mismo. La vida conyugal se hace más intensa y sus lazos más fuertes y rocosos. Recientemente Coleman ha hablado de inteligencia emocional, ensamblando afectividad e inteligencia.

Extender el yo hacia el , para formar un nosotros. Queda asimilada en la otra persona. Por eso enamorarse es enajenarse, hacerse ajeno, ampliarse, formar una unidad más espaciosa y profunda. El amor auténtico hace a la persona más completa.
Luz Amor y Bendiciones!!!!
In Lak Ech
Uukmenluum-Kamanikbalam

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